No podemos hablar de psicología científica sin tener en cuenta el posicionamiento epistemológico desde el que partimos. Esto significa definir un objeto de estudio, un criterio de verdad y un objetivo para la disciplina. A este respecto, en opinión de muchos, la única psicología científica posible debe surgir del conductismo radical.
El conductismo radical no es una teoría, ni una técnica, ni una escuela psicológica. Es un conjunto de postulados epistemológicos que definen qué es la psicología y cómo debemos abordar su estudio. El primero de ellos es esencial: la conducta es la raíz de lo psicológico. De ahí el término «radical».
Para explicar esto vamos a tener que reflexionar un poco. Así que voy a tirar una pregunta al aire: ¿cómo se relacionan nuestras atribuciones de estados mentales con los procesos físicos y observables de la conducta? Por ejemplo, si yo digo que Juan «tiene buenas intenciones», ¿están esas buenas intenciones representadas de manera distintiva dentro de su cuerpo?
Si respondiste que sí, estás del lado del reduccionismo, una postura epistemológica que considera que los estados mentales pueden identificarse con propiedades físicas, materiales y empíricamente comprobables en el cuerpo y en el cerebro. Si respondiste que no, jugás para el bando contrario: el eliminativismo, que considera que no existe la posibilidad de establecer una relación de identidad estricta entre estados mentales y físicos.
Ninguna de las dos posturas suena demasiado bien, ¿no? Y es que ambas caen en una trampa conceptual: implican concebir lo «mental» en los mismos términos que lo físico, como si fueran elementos hechos de la misma sustancia. O sea que implican que el mundo está compuesto por macetas, deseos, escobas, mesas, intenciones, árboles y pensamientos.
Una manera de escapar a este problema es concebir nuestras verbalizaciones sobre el mundo como descripciones que reflejan la realidad. Ésta es la posición del descriptivismo. Así, si yo digo que la mesa es blanca y las manzanas son rojas, mis afirmaciones describen una realidad objetiva y observable. De esta manera, podemos postular la hipótesis de que los pensamientos se organizan en creencias y esquemas, y que esos esquemas describen alguna forma de circuito sináptico en el cerebro.
Pues no, mi ciela. No solo no hay evidencia suficiente para sostener esa afirmación, sino que además es poco práctica. ¿De qué me sirve decir que Juan tiene buenas intenciones porque tiene mayores cantidades de serotonina en el cerebro? No es como si pudiéramos crear «pastillas de buenas intenciones» para mejorar el mundo. Tampoco cambia el hecho de que Juan, a pesar de sus buenas intenciones, pueda meter la pata.
Hasta donde sabemos, las atribuciones de estados mentales son afirmaciones que nos permiten explicar socialmente la conducta de las personas.
Así, cuando yo digo «Álvaro no se cuida porque tiene baja la autoestima«, estoy ofreciendo una explicación normativa que ayuda a que todos comprendamos más o menos cómo se siente Álvaro. De la expresión «autoestima baja» yo puedo interpretar que Álvaro está triste, que no le gusta su cuerpo y/o su personalidad, y que, por ello, no se cuida.
Pero la ciencia plantea muchas preguntas respecto a esto. ¿Dónde está la autoestima de Álvaro? ¿Hay una barrita de autoestima en el cerebro que se le bajó demasiado? ¿Qué es entonces la autoestima? ¿Cómo la observamos?
La respuesta del conductismo radical es simple: decimos que Álvaro tiene baja la autoestima porque observamos en su conducta que no se está cuidando. Así, las atribuciones de estados mentales son explicaciones circulares: Álvaro no se cuida porque tiene la autoestima baja, y tiene la autoestima baja porque no se cuida.
Este tipo de explicaciones no pueden ser científicas, porque no establecen una causa real del fenómeno en estudio.
Sin embargo, en nuestra búsqueda eterna de encontrar explicaciones a la conducta, nos estamos perdiendo de algo simple y fundamental: que la conducta es el principal hecho posibilitador de nuestras evaluaciones psicológicas.
No necesitamos decir que Álvaro no se cuida porque tiene la autoestima baja. Solo necesitamos observar que Álvaro no se cuida. El porqué no será algo que encontremos en el interior de Álvaro, sino ampliando la mirada hacia su relación con el contexto: ¿en qué consiste la conducta de «no cuidarse»? ¿Qué conductas nos indicarían que Álvaro sí se cuida? ¿Álvaro no se cuida nunca, o hay momentos en los que sí lo hace?
Así, para entender y modificar una conducta, solo debemos observarla, sin enredarnos en atribuciones mentales ni compromisos filosóficos innecesarios. Es en este sentido que el conductismo radical afirma que la conducta es la raíz de lo psicológico.