Todas las personas que leemos habitualmente sabemos que la lectura nos trae un montón de beneficios que no podemos explicar, aunque lo vivimos en carne propia. Nos relaja, nos enseña, nos conecta con otras realidades y nos hace ver intelectualmente sexys en el transporte público.
Además, todos hemos leído noticias o artículos científicos que hablan sobre cómo la lectura nos ayuda a reducir el estrés, a mantener la plasticidad neuronal (y mejorarla), a generar experiencia para el aprendizaje significativo, a dormir mejor, y montón de cosas más.
Personalmente, la lectura me ha ayudado a resolver situaciones que me estaban ocurriendo por primera vez, pero que ya había vivido antes a través de un libro. Mi experiencia leyendo ficción es tan vívida, que una vez casi digo «te entiendo, me pasó cuando viví en España en el siglo XV» y me contuve a tiempo para que mi interlocutora no pensara que soy una de las regeneraciones de Doctor Who (que igual sí soy).
La lectura como fuente de aprendizajes significativos
Las experiencias de aprendizaje significativo son aquellas en las que asociamos nuevos aprendizajes a cosas que ya conocemos y que son relevantes para nosotros, de modo que quedan más fuertemente arraigados en nuestro repertorio de conocimientos o conductas.
¿Qué tiene que ver esto con la lectura? Bueno, según algunos estudios de la Universidad de Toronto, cuando leemos ficción nos vemos inmersos en el universo que se nos presenta en la narrativa, y nos transportamos a nuevos lugares con diferentes personajes. En este contexto, experimentamos emociones, conflictos y relaciones (quien no lloró con el final de un libro que tire la primera piedra), y estas experiencias pueden tener consecuencias en nuestro mundo real. ¿Por qué? Porque la experiencia conlleva aprendizaje, y la lectura no es otra cosa que experiencia.
Podemos pensar que no todos los libros nos enseñan cosas: El Principito, por ejemplo, es claramente una hermosa colección de moralejas, mientras que Peter Pan puede considerarse un cuento de hadas sin mucha declaración de intenciones. Pero no podemos olvidarnos de las enseñanzas de nuestro buen amigo Bandura: la mayoría de las veces no aprendemos de lo que se nos dice explícitamente, sino de lo que somos testigos. Y cuando leemos ficción somos testigos de muchas cosas: charlas entre amigos, enfrentamientos con enemigos, relaciones románticas, entre padres e hijos, entre alumnos y profesores, e incluso relaciones entre razas fantásticas o de ciencia ficción que pueden reflejar las relaciones trans-culturales de nuestro mundo: elfos y humanos, robots y extraterrestres, y un largo etcétera.
De estas experiencias vicarias extraemos aprendizajes de todo tipo que luego podemos aplicar a nuestras relaciones en el mundo real. En la medida en que las conductas que vayamos incorporando a través de la lectura se vean reforzadas, se irán sumando a nuestro repertorio, constituyendo una rica base para más aprendizajes y experiencias significativas.